-¿Quedamos para comer, entonces?
Quedar para comer. ¿Podía acaso, dejarme tentar por él hasta el punto de entrar en un restaurante?
Sonrió y abrió su puerta, y se encendió la luz del techo. Su brillo repentino hizo que sus pupilas se encogieran hasta convertirse en cabezas de alfiler y a mí se me aceleró el corazón al ver que se inclinaba como si fuera a besarme. Pero su mejilla rozó la mía y su cálido aliento acarició mi oído cuando susurró:
-Así será más divertido.
El problema de conseguir todo lo que quieres en la vida es que, cuando llega la desilusión, no sabes cómo encajarla.
-Mi madre se pone a hacer dulces cuando está disgustada. Algunas semanas, vivo sólo de brownies y leche con chocolate.
-¿Cómo lo sabes?
Sonrió casi con amargura.
-Porque vosotras nunca os equivocáis.
Genial. Morbosa e infalible. < Parece el anuncio de una pitonisa de feria >
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